Esta propiedad privada lanzaroteña destaca por su gran atractivo arquitectónico y natural. Situada en el pueblo de Nazaret, en el municipio de Teguise, llama la
atención por el singular escenario en el que se encuentra, una antigua cantera volcánica, y por la utilización de la propia lava como material constructivo. Lagomar es, por tanto, un conjunto único
cuya arquitectura queda absolutamente condicionada por el capricho de la naturaleza, ya que los actuales túneles, recovecos y terrazas fueron originados en su momento por el avance de la lava en
plena erupción volcánica. En este sentido, la creatividad del humano constituye tan solo un ingrediente más en una obra esculpida por la naturaleza.
Los arquitectos que dejaron su impronta en el Lagomar
El proyecto arquitectónico de Lagomar proviene de un encargo realizado por el británico Sam Benady, quien deseaba construir su vivienda en este insólito paraje. Así
pues, Benady confiaría la concepción del edificio al artista más famoso de Lanzarote, César Manrique, aunque buena parte de la ejecución final corrió a cargo de Jesús Soto. Las colaboraciones entre
Manrique y Soto no se produjeron exclusivamente en el proyecto de Lagomar, sino que juntos contribuyeron a la creación de algunos de los monumentos más icónicos de la isla, como, por ejemplo, el
Jardín de Cactus o el Mirador del Río.
Lagomar entrada
Entrada a la cueva de Lagomar
Lagomar refleja perfectamente el espíritu de César Manrique, un artista que siempre buscó alcanzar la plena integración entre arte y naturaleza. Se trata de un
binomio presente en toda su obra y, de hecho, obtendría por su legado arquitectónico y por la defensa de los valores medioambientales de Lanzarote el Premio Europa Nostra (1985), así como el Premio
Mundial de Ecología y Turismo (1987).
Una de las anécdotas más curiosas de Lagomar se produjo en los años ochenta, cuando el actor egipcio Omar Sharif llegó a la isla para rodar la película La isla
misteriosa y el Capitán Nemo, inspirada en la obra de Julio Verne. Se cuenta que tras descubrir la vivienda de Sam Benady, quedó enamorado y la compró. También se dice (si bien esta parte de la
historia podría ser perfectamente una fabulación) que Benady, sabiendo que el egipcio era un gran aficionado al bridge, le retó a jugar una partida, y que en ella apostaron la casa. Así habría
recuperado la vivienda Benady al poco tiempo de su venta. Sea cierta esta historia o tan solo una leyenda local, el caso es que en el museo del Lagomar hay fotografías que muestran a ambos
protagonistas jugando a las cartas. En cualquier caso, actualmente es común encontrar lanzaroteños que siguen llamando a la propiedad “casa de Omar Sharif”.